Por mi trabajo tengo que viajar mucho y utilizo bastante en taxi. Creo que he visto de todo en los salpicaderos de algunos taxistas. Fotos de la familia, estampitas de vírgenes y santos, algún dibujo de los hijos, el típico Elvis bailón y por supuesto, esos perritos que van moviendo la cabeza y parece que dicen que sí.
A la hora de hacer una presentación durante una conferencia o en un taller de formación puede que encuentres que hay personas entre el público, o entre los asistentes, que hacen el mismo movimiento con la cabeza y asienten constantemente conforme vas hablando. Posiblemente sea porque estén de acuerdo con los argumentos y las ideas que estés planteando. Es una forma de darte feedback y también de sintonizar contigo. Y está muy bien.
Lo que ya no está tan bien es que tu atención comience a centrarse únicamente en esas personas que asienten. Es natural que tengamos predisposición a querer dirigirnos a aquellos con los que nos sentimos más cómodos y vemos que nos entienden. Sin embargo, si dejamos de prestar atención al resto de los asistentes, tardarán muy poco en desconectar y dejar de escuchar lo que tengas que decir.
Un buen consejo es hacer la técnica del faro. Tu mirada tiene que ser como ese rayo de luz que va iluminando a su alrededor. En este caso debes asegurarte de que vas repartiendo tu mirada entre los asistentes conforme vas a avanzando en tu presentación .
Si son pocos y estáis en una sala pequeña, tendrás oportunidad de dirigirte a ellos mirándoles directamente a los ojos uno a uno. En cambio, si se trata de un gran auditorio, tendrás que ir distribuyendo tu mirada por sectores. Puedes imaginarte una serie de cuadrantes e ir alternando tu mirada a una persona que esté en cada uno de esos cuadrantes.
Si te fijas en cualquier presentador profesional, verás como va repartiendo su mirada entre las personas del público. Un buen ejemplo son los monologuistas del club de la comedia. Observa en el siguiente video como Leo Harlem va distribuyendo su mirada y atención en todas las direcciones.
Mi primera experiencia con el efecto perrito
Hace 10 años, cuando empecé a trabajar en Medtronic, una de mis responsabilidades era dar formación a los neurocirujanos que adquirían nuestros equipos de navegación.
En una de mis primeras formaciones estaba haciendo la presentación al servicio completo, unos diez doctores. Yo andaba explicando las características y funcionalidades del equipo. Pero la verdad, no debía hacerlo de forma muy atractiva, porque solo había uno de los diez doctores que realmente estaba prestándome atención. (Afortunadamente, y aunque aún me queda mucho camino por recorrer, he mejorado bastante con los años).
El caso es que además de asentir con la cabeza continuamente, yo sabía que ese doctor estaba prestándome toda su atención porque no paraba de tomar notas en su cuaderno conforme iba explicándoles cosas. Y como era el único que parecía estar escuchándome de verdad, terminé cayendo en el error de dirigirme principalmente a él el resto de la presentación. Supongo que pensé «al menos uno se enterará de lo que estoy contado».
Al finalizar la presentación, mientras recogía mi ordenador, el doctor que sí me había prestado atención, el que había estado tomando notas muy atentamente de todo lo que iba diciendo, se me acercó y arrancando la hoja de su cuaderno, me dijo: Toma, de recuerdo.
Al observar la hoja, vi que los maravillosos apuntes del doctor no eran notas llenas de sabiduría como yo creía. Si no, que había estado dibujándome una caricatura mientras explicaba. Y encima, muy buena. Este es el dibujo que todavía conservo:
Aquel día, mientras volvía en el avión a Madrid y observaba ese dibujo, me di cuenta de varias cosas. Y las pongo por orden de importancia:
- Tenía que hacer más prácticas mis formaciones. Aquello había sido una presentación muy poco productiva. La próxima vez explicaría el navegador, con el equipo delante y haciendo una demostración real.
- Tenía que hacer por capturar la atención de todos. No centrarme solo en los que asienten y no abandonar al resto, como había hecho. Tenía que conseguir que cada asistente sintiera que le hablaba a él o ella.
- Tenía que sonreír más. Al ser mis primeras experiencias con clientes, me sentía bastante nervioso. Tenía que aprender a disfrutar del momento.
- Por último, tenía que grabarme esto: no siempre quien parece prestarte atención, lo hace en realidad.
Poniendo foco en estos aspectos, al poco tiempo conseguí mejorar notablemente. Y después de 10 años haciendo presentaciones y formaciones, es algo que disfruto enormemente.
Ahora, te paso el testigo a ti. ¿Tú qué estás intentando mejorar al presentar?